Por Roxana Abanto A. (Ascot Perú) 🇵🇪
En el mundo editorial, el papel del corrector de estilo es fundamental para garantizar la claridad, coherencia y calidad de un texto. Sin embargo, su labor suele confundirse con la de un editor o con la corrección ortotipográfica. Según Martínez de Sousa (1996), en su Diccionario de la lengua española, “la ortotipografía consiste en un conjunto de reglas de estética y grafía tipográfica que se aplican a la presentación de los elementos gráficos bibliográficos. De este modo, la ortotipografía es una palabra formada por ortografía y tipografía; es decir, que su objetivo es pulir el texto en su forma ortográfica y en sus elementos estéticos y gráficos, para que el sentido de lo que se manifiesta pueda llegar de manera más clara”. No obstante, la labor del corrector abarca más tareas de las que, por supuesto, también forma parte la detección de errores ortotipográficos. Gracias a la ortotipografía detectamos y eliminamos los errores ortográficos, en otras palabras, resolvemos fallas en cuanto al empleo de la acentuación o puntuación, esto sumado a los principios básicos de la tipografía, relacionados con el uso pertinente de las negritas, cursivas, mayúsculas, adecuación de los títulos, subtítulos o enunciados, elaboración de referencias bibliográficas, índices, entre otros (Redoli, 2015). En ese sentido, debemos plantearnos una pregunta clave: ¿el corrector de estilo corrige o edita un texto? La respuesta radica en la naturaleza de su trabajo y en los límites que se establecen entre corrección y edición.
La corrección de estilo: más allá de la ortografía
En principio, debemos partir de la concepción sobre corrección. Para Hadaluz Roa (2022), la corrección consiste en un proceso, cuya responsabilidad es asumida por especialistas de diferentes áreas, generalmente, de las ciencias sociales, es decir, un corrector de estilo puede ser un lingüista, un literato, un periodista, entre otros. Luque Campello (2016) sostiene que “por corrección se entiende aquella técnica que consiste en localizar y corregir las erratas que aparecen en el texto”.
El corrector de estilo no se limita a revisar errores ortográficos y gramaticales. Su tarea principal es mejorar la fluidez y comprensión del texto sin alterar la esencia del mensaje original. Para ello, revisa aspectos como la redundancia, la ambigüedad, la precisión en el uso de las palabras y la estructura sintáctica de las oraciones. De manera que el corrector debe preocuparse tanto de la forma (estructura) como del fondo (contenido) de un texto.
Además, debe garantizar la coherencia interna del texto, asegurándose de que no haya contradicciones o cambios bruscos de tono y estilo. Esto implica un conocimiento profundo de la lengua y de las normas editoriales, así como una gran sensibilidad para respetar la voz del autor o estilo, que define la forma particular de escribir de un escritor, su elección personal de recursos lingüísticos y retóricos, según su intención comunicativa, estética y creativa.
¿Corrección o edición?
A pesar de que el corrector de estilo interviene en el contenido de un texto, su función no es la de un editor. La edición de un texto suele implicar cambios más profundos, como la reorganización de párrafos, la eliminación o adición de contenido y, en algunos casos, la reformulación completa de ciertas secciones. En cambio, el corrector de estilo trabaja sobre la base del texto existente, mejorando su legibilidad sin modificar su estructura ni intención.
No obstante, la línea entre corrección y edición no siempre es clara. En ocasiones, un corrector de estilo puede sugerir cambios que rozan la edición, especialmente cuando se encuentra con textos poco estructurados o con problemas significativos de comprensión. En estos casos, la comunicación con el autor es esencial para acordar el nivel de intervención.
En conclusión, el trabajo del corrector de estilo se encuentra en un punto intermedio entre la corrección ortotipográfica y la edición. Si bien su labor principal es pulir el texto sin modificar su estructura ni su intención, en muchas ocasiones debe tomar decisiones que implican una leve edición. La clave está en el equilibrio: mejorar la expresión escrita sin alterar la voz del autor ni el contenido original. En definitiva, el corrector de estilo no solo corrige, sino que también aporta un valor esencial al proceso de publicación.
