Por Ester Pereira (AUCE)
Este año se abrió una nueva posibilidad para los correctores uruguayos: el Parlamento de Uruguay organizó un concurso para asignar dos cargos efectivos de corrector de estilo en la Cámara de Representantes.
El reconocimiento de la tarea del corrector en el ámbito estatal es una noticia que siempre nos llena de entusiasmo, ya que es uno de los objetivos de nuestra asociación. Pero este movimiento tiene características especiales.
Si bien la función de corrector ya se viene cumpliendo en diferentes organismos estatales, hasta ahora ha sido una tarea de cargos administrativos. La importancia que tiene esta convocatoria a la función específica de corrector de estilo es que nuestros colegas se han incorporado a sus funciones en calidad de asesores. De hecho, han sido integrados a la División Asistencia Técnica, lugar que comparten con abogados y escribanos que trabajan coordinando, revisando y asesorando en cuestiones tales como llamados a licitaciones, pedidos de informes y proyectos legislativos.
A esta instancia se suma la noticia de que la Administración Nacional de Educación Pública concretó este mes la contratación de un corrector de estilo para el Programa de Apoyo a la Educación Media y Técnica y a la Formación en Educación (PAEMFE) en calidad de consultor, en el contexto de la reforma educativa que se está implementando en el país.
Es notorio que la figura del corrector de estilo en el ámbito institucional está teniendo un espacio de reconocimiento. Ahora bien, son varios y diversos los desafíos que se presentan en estos nuevos roles del corrector de estilo.
Uno de los fundamentales es iniciar una nueva metodología de trabajo en un ambiente institucional de enormes dimensiones y con una idiosincrasia bien marcada, donde se debe transitar el inevitable período de adaptación, la propia y la de la institución. No cabe duda de que estas experiencias modificarán la perspectiva de los correctores y la de las autoridades institucionales.
A su vez, cabe señalar que en nuestra formación universitaria no está contemplada una manera de trabajo para este ámbito. El sistema ideal de etapas cronológicas planificadas, de tiempos óptimos para el trabajo o de la relación del corrector con un solo interlocutor es una utopía. Las preferencias del soporte que se ha de utilizar para realizar la corrección, también.
El caudal de contenido que se genera es incierto: hay días de trabajo manejable y días en los que viene una avalancha… Hay veces que se corrige; otras en las que apenas se ojea; hay veces que se enseña, otras que se estudia, otras que se escribe. Hay veces que nuestras sugerencias son agradecidas, otras veces son confrontadas o rechazadas.
Por otro lado, también es importante planificar una estrategia de cómo llegar a los diferentes usuarios, ya sea confeccionando pequeñas guías de buenas prácticas de escritura, avanzando en la hoja de estilo o conversando con nuestra variadísima gama de «clientes» durante el descanso con un café… Sin lugar a dudas, todas situaciones en las que hay que desechar totalmente la tendencia a la frustración y a la ansiedad.
Para finalizar, y por si fuera poco todo lo anterior, no se debe descuidar el objetivo de dejar la impronta de nuestra profesión, con el gran reto de demostrar lo necesario que es nuestro trabajo. Este aspecto resulta medular si queremos lograr que estas experiencias se repliquen rápidamente en otras instituciones estatales. Y por ese camino seguiremos transitando…