Por Míriam Villares Jiménez (UniCo)*
Escribo este artículo pensando en las personas que se adentran profesionalmente en la corrección y que quieren especializarse en corregir poemas y poemarios. Compañeros que, como yo hace cinco años, se encuentran perdidos y que en las formaciones no hallaron respuestas.
La primera barrera que tuve que superar y derribar fue el mito de que la poesía no se corrige porque es subjetiva; en este punto, siempre me gusta traer a René Wellek: «Hasta en la lírica subjetiva, el «yo» del poeta es un «yo» ficticio, dramático». Un mito que aún tendrás que trabajar para derribarlo y que se relaciona con este otro mito: que en poesía está permitido todo. Afirmación que niego en rotundo porque, sí, está permitido casi todo, pero siempre que el poema se entienda y que esas incorrecciones tengan sentido y un porqué dentro del poema.
Esto me lleva a que al principio se tiene mucho miedo de tocar nada y no sabes qué corregir. Algo que debe quedar muy claro es que en poesía todo es signo, incluidos los espacios en blanco y la tipografía, todo nos habla, por lo que es susceptible de ser corregido. Así que no temas y corrige el ritmo, la métrica, la rima, las estructuras estróficas, las metáforas, los espacios, las mayúsculas, los lugares comunes, las ambigüedades, las asonancias, las cacofonías, las comas, las aliteraciones, la construcción de imágenes… En conclusión, se puede corregir todo lo que se ve en el poema, pero hay que pactarlo con el poeta, claro.
Lo que tengo comprobado es que a un poeta el cambio de una coma, por ejemplo, le importa mucho más que al narrador; por lo que, si en narrativa es importante justificar por qué realizas un cambio u otro, en poesía lo es aún más. Una característica de la corrección de poesía es que tiene muchos comentarios al margen con dudas y sugerencias y que el proceso tras la corrección inicial, en el que el autor te acepta o no las sugerencias, es más lento y minucioso.
Teniendo en cuenta todas estas cuestiones, llega el tema más peliagudo, el de presupuestar. Tardé bastante tiempo en darme cuenta de que la tarifa de corrección de estilo no puede ser la misma para narrativa que para poesía, ya que el ritmo de corrección es mucho más lento en poesía (2000-6000 matrices por hora). En narrativa puede que te cueste arrancar, pero, una vez que te has adaptado al estilo, puedes correr. En cambio, en poesía esto no sucede tanto, porque con cada poema es casi como si empezaras de nuevo, ya que los poemas de un poemario suelen ser piezas independientes que deben funcionar solas, pero no nos podemos olvidar de que forman parte de un conjunto; así, un cambio en un poema puede afectar a todo el poemario.
Para ir finalizando, quiero hablar de algunos libros a los que acudir. Los que sí o sí me leería al empezar son Escribir un poema, de Eduardo García, y Las figuras retóricas, de José Luis García Barrientos. Luego, para profundizar en las correcciones, leería Métrica española, de Antonio Quilis. Para un nivel más avanzado, recomiendo Métrica española, de Pablo Jauralde Pou; Estructura y teoría del verso libre, de Victoria Utrera Torremocha, y Diccionario de iconografía y simbología, de Federico Revilla.
La poeta Wislawa Szymborska dijo: «En un poema se trata siempre de que se tenga la impresión de que esas palabras y no otras llevan siglos esperando a encontrarse para construir un único todo indisoluble a partir de ese momento». Espero haberte ayudado a que contribuyas a ello.
* Míriam Villares Jiménez (1984, Madrid, España) es licenciada en Historia y máster en Museología y Museos. Trabaja como correctora profesional desde 2017 con la especialidad en poesía y en historia. Ha publicado el poemario De lavanda y hueso (2018). Desde 2018 es miembro de UniCo (Unión de Correctores, España).